
Mientras en el Planeta Fútbol se ha desatado, una vez más, la plaga de los jugadores, técnicos, árbitros y dirigentes empeñados en escatimar al máximo el sazón del juego bonito y el fair play, decepcionando a los comensales-hinchas, que nos vemos obligados a servirnos de un buffet cada vez más insípido y aún peor, cada vez más abundante en los amargos frutos del catenaccio y los venenosos hongos de la violencia, los afamados anfitriones blaugranas continúan siendo los únicos que sirven fútbol delicatessen con cuchara grande, a la vez que se niegan a cerrar las puertas del restaurante para que los comensales culés nos sentemos a comer solos y siguen permitiendo que los demás entren a hurtar la comida y a esperar la hora en que se servirán los postres-trofeos al final de la temporada.

Y cómo no va a ser bueno nuestro restaurante, teniendo a un gran gerente como don Joan Laporta, quien de entrada trajo al mejor chef y los cocineros más competentes, limpió la alacena del Camp Nou de algunos ingredientes podridos que había (Boixos Nois), y este año evitó que a los comensales se nos sirviera el trago amargo de ver la sagrada camiseta blaugrana convertida en marquesina de una oscura “punto com” de apuestas.

Esta semana, la calidad del chef Rijkaard volvió a quedar demostrada en las dos importantes citas gastronómicas de Zaragoza y Sevilla. Cuando ya muchos hacían correr el rumor de que a don Frank se le estaba ensuciando la cocina y vaciando la alacena, él cerró las bocas de los maledicentes diseñando dos menús tan audaces como suculentos, basados una vez más en la combinación de los ingredientes más variados y frescos del más puro fútbol delicatessen, y dejando nuevamente en evidencia la miseria de aquellos colegas suyos (Capello, Sánchez Flores, Mourinho, y un largo etcétera), que aún contando con proveedores y cocineros tan buenos como los de Can Barça, siguen obcecados en recetar a sus comensales hasta tres raciones semanales de paella sin condimentos, arroz sin sal y con mariscos de plástico.

Porque cuando apenas estábamos empezando a degustar la genial propuesta de nuestro chef, el cocinero Ronaldinho, tras un esplendoroso gol de cabeza como entrada y una prodigiosa jugada que terminó en falta clarísima y expulsión como segundo plato, cometió el gran error de mezclar los ingredientes y con el penal que peor ha tirado en toda su vida, se mandó una feijoada que no estaba en el menú del chef, gracias a la cual, los comensales sevillistas, que a esas alturas sólo miraban desde la puerta el banquete que nos estábamos dando los culés, se envalentonaron, nos echaron de la mesa y se sentaron ellos a devorar, primero la feijoada del Gaúcho, y luego, las enchiladas tapatías que el despistado cocinero Rafa Márquez dejó servir al camarero Kerzhakov y, de postre, la crema catalana que el cocinero Víctor Valdés, en otra de sus legendarias travesuras gastronómicas, preparó en combinación con el cocinero rival, Dani Alves. ¡Ah, claro! Sin olvidar también las gambas y langostinos de las rías gallegas que sirvió el tipo que se metió a la cocina sin autorización y se sacó de la olla las expulsiones injustas y mentirosas de Giuly y Zambrotta.

(Fotos: Wikipedia, Terra, La Web del Culé).